A menudo, casualmente, suceden hechos que ponen sobre la mesa cuestiones que obligan a mirar la cultura desde otra perspectiva y que ponen en crisis nuestra mirada hegemónica sobre nuestro consumo de las artes. De hecho, es suficientemente revelador hablar de consumo en el ámbito cultural y, si pensamos en la nominalidad a la que atribuimos lo que consideramos artístico, vemos que los términos que utilizamos para hablar de arte tienen relación con un mecanismo que remite a la producción industrial que genera plusvalía: industrias culturales o producción son ejemplos de un hecho que gobierna nuestra forma de relacionarnos con lo que llamamos creatividad y que el capitalismo ha fagocitado para sacar rentabilidad económica. Desde el perverso capitalismo, todo lo que no genera economía es inútil, como los cuerpos enfermos, las personas de tercera edad o personas con diversidad funcional, de las cuales el sistema se ha ocupado para crear puestos de trabajo en los que encajen con excusa de insertarlos en una sociedad que nunca les ha reconocido y que ahora necesita limpiar su imagen en nombre de la caridad.
A principios de septiembre, cuando ya habíamos formado parte de la distribución del libro en castellano Art (in)útil. Sobre cómo el capitalismo desactiva la cultura con la Editorial Raig Verd, vimos que la edición no estaba bien impresa y que faltaban unas páginas finales a causa de un error humano en la cadena de producción. Con Raig Verd, pensamos que el supuesto error no era tal, sino que representaba síntoma y consecuencia de los ritmos laborales de la llamada “industria cultural”, que mecaniza el conocimiento y obliga a asumir ciclos frenéticos que convierten la cultura en formas de consumo capitalista. Así es como vimos que la primera edición del libro Art (in)útil había encarnado su contenido en un ensayo inútil e inacabado como consecuencia de un mecanismo que el propio libro intenta poner en crisis. La poética de la casualidad había convertido la primera edición en otro trabajo: un libro inútil titulado Art (in)útil que critica a una mecánica capitalista había generado un accidente que personifica su propia crítica. Así, en vez de destruir los libros ya enviados, escribimos un texto para enviarlo a aquellas personas que ya los habían adquirido, convirtiendo esta edición en un trabajo numerado como un error simbólico revelador.
Un accidente casual ha alterado y encarnado la expectativa del lector/a, transformando su relación con el libro y su expectativa. Creemos que la creatividad está en el centro de la cultura cuando ésta es sólo un agente sometido a la producción política y económica. Nos subordinamos a la creación produciendo como una cadena fordista de conocimiento consumible, caracterizando nuestra relación con la cultura en la que la vida se convierte en una condición de la producción, porque cuando hablamos de capitalismo no hablamos de un sistema económico sino de una cultura que es capaz de articular la dimensión simbólica de las relaciones sociales, un lenguaje, una forma de concebir la vida.