Gaudí fue, y sigue siendo, “incómodo”. Nunca le perdonaremos no haber seguido las reglas invisibles por ser un artista de prestigio, como debe ser, hasta acabar bajo un tranvía con imperdibles en lugar de los ortodoxos botones, lo que obligó al doctor Trias Maxenchs, su vecino en el Park Güell, a acudir al hospital en el que tenían un “incómodo y aparentemente mendigo accidentado” y que, por suerte para Gaudí aunque demasiado tarde, resultó ser un “incómodo médico” que debería haber tenido ya, a estas horas , más de una tesis doctoral después de su interesantísima y olvidada vida profesional previa a la Guerra Civil. Ahora se acerca el Congreso Mundial de la UIA, la Unión Internacional de Arquitectos, en 2026 en Barcelona, coincidiendo con los 100 años de esta muerte “incómoda” de Gaudí.
Las primeras reacciones, y algunos artículos previos, sobre su herencia cultural al conocerse esta cita mundial no me convencen sobre la posible superación de esa “incomodidad”, sino todo lo contrario. Gaudí, que tuvo la base solidísima de un gran artista polifacético y avanzado en muchas dimensiones artísticas, sigue siendo utilizado de mil maneras para ocultar su auténtica valía, bajo una montaña de prejuicios que no dejan verla, utilizando la Sagrada Família a prueba de un misticismo muy limitado, con una crítica artística muy alejada de la que un buen artista merece por parte de su país, Cataluña en este caso, si no me equivoco.
Lo que deberíamos hacer en los años que faltan hasta la triste efeméride del año 2026 es demostrar al mundo que somos capaces de explicar el éxito mundial de su obra sobre las bases culturales de los últimos avances científicos y artísticos, desde de las filosofías más contemporáneas hasta las ciencias de la inteligencia artificial, para dejar de pensar que los miles de usuarios visuales que se entusiasman ante sus obras son ignorantes y manipulados turistas masificados, y no inteligentes y sensibles seres humanos que entienden y sienten lo que nosotros, por desidia, no somos capaces de contar.
Ni los niños ni los artistas nacen y se desarrollan de forma espontánea, sino que necesitan un contexto educativo y cultural en el que vivir y sobrevivir. Sin éste, se mueren, sencillamente. Los genios autónomos y superiores son un mito que sólo sirve para esconder las razones tanto de su valía como de su "incomodidad". Por tanto, pongámonos a trabajar en una buena crítica, y no sólo de Gaudí, y no busquemos excusas de mal pagador.