– Se considera usted
un artista?
– Sólo lo soy en la medida en que todo el mundo es artista.
Es la famosa sentencia de Joseph Beuys. En una performance televisada escribía otra sentencia célebre: El silencio de Duchamp está sobrevalorado . Según él, Duchamp se había quedado corto, no se trataba de que cualquier cosa podía ser arte, sino que cualquiera es (somos) artista. Expresaba un anhelo profundamente democratizador del arte y su práctica frente al objeto único y su función en relación con el gusto y el mercado. En el espíritu democratizador de la frase de Beuys estaba inscrita la concepción de que el ser humano es creativo; es decir, todos somos creativos.
Y hay mil maneras de ser creativos: dibujando con los restos de bebidas sobre un mantel de papel después de una comida; añadiendo hierbas a una receta de cocina; ordenando los libros por colores, títulos, letras o lo que sea en una estantería; añadiendo pegatinas a la tapa del ordenador portátil; modificando ropa; juntando cosas disímiles... Ordenar, etiquetar, modificar y juntar cosas diferentes forman parte de las tareas básicas del curador. Una deducción simple a partir de la frase de Beuys: todo el mundo es curador y ser artista es ser curador. De hecho, de un tiempo a esta parte todo está comisariado, no sólo exposiciones: un escaparate, un menú o la ropa y el aspecto físico. Ningún problema, es sólo la demostración palpable del comisariado como actividad creativa y la inutilidad de la defensa corporativa o los lobbies de autoprotección.
También cada vez con mayor frecuencia los artistas asumen el papel de curadores, como un episodio más en la disolución de límites creativos entre comisariado y producción artística. Christian Jankowski fue el primer comisario de un gran evento: la Manifesta 11 en 2016 en Zúrich; un proyecto que mostraba una profunda coherencia con su trabajo como artista, experimentando en castings con personas y con las condiciones sociales del trabajo aplicó esta experiencia al esquema del evento. Por Jankowski será una obra más en coherencia con las otras que ha realizado y provoca que consideremos su trabajo en una línea creativa que borra disciplinas. Otros sitios como el Palais de Tokyo de París llevan a cabo proyectos con artistas como comisarios bajo el epígrafe de “carta blanca”. La última es Anne Imhof, que había ganado el León de Oro de la Bienal de Venecia por una serie de performances en el espacio modificado del Pabellón Alemán. Esto mismo ha hecho en París, un recorrido con grandes paneles, ya no con performers , sino con otras obras que le interesan y que acompañan a su trabajo. Es una elección personal, que tiene que ver con el gusto y hasta el capricho. Como si por la puerta trasera del comisariado hubiera devuelto al genio único.